Nota del autor. Esta historia se basa en hechos y personajes reales. Sin embargo, para ofrecerte una visión más vívida de los eventos históricos, he introducido ciertos elementos de ficción pero siempre manteniendo el respeto hacia la realidad y las personas de la época. Espero que disfrutes de esta fusión de historia y ficción al menos tanto como yo lo hice al escribirla.
Ésta es la segunda parte de la historia de George Boole. Si no has leído aún la primera parte, te recomiendo que lo hagas para no perder el hilo. La puedes encontrar aquí:
1831. Pobreza extrema
George ya no era aquel niño que se pasaba horas y horas estudiando Matemáticas. Ya tenía 16 años. Se había convertido en todo un hombre. Además, ya no era hijo único. Detrás de él vinieron tres más: Mary Ann, Charles y William. Cuatro bocas para alimentar en una Inglaterra centrada en la industrialización después de las hambrunas pasadas en los años anteriores, con una crisis agrícola que dejó a muchas familias con lo puesto.
Los Boole no habían sido diferentes. Las cosas no fueron como se esperaban.
Su padre, John, dedicaba mucho tiempo, esfuerzo y recursos en aprender Matemáticas, Física, Óptica y cualquier otra rama científica. De hecho, en el escaparate de su tienda, exhibía un telescopio que había fabricado él mismo y del cual estaba orgulloso. Sin embargo, poco interés tenía en su negocio.
Llegó un momento en el que los zapatos le daban igual. No le importaba nada más que aprender y experimentar lo aprendido en inventos y otros artilugios que, siendo muy interesantes, no daban para comer. Y ahí estuvo el problema.
Con el tiempo, ya nadie entraba en la zapatería. Los ingresos económicos de la familia mermaron. No había ni para comer.
George, el hermano mayor, tuvo que hacer algo al respecto o sino morirían de hambre. Así, comenzó a dar clases particulares de matemáticas, latín y griego a estudiantes de Lincoln para ganar dinero. Había alcanzado tal reputación en su ciudad como niño prodigio y autodidacta que le fue muy fácil captar clientes. Era muy joven, pero sus amplios conocimientos sobre todas las materias le ayudaron a aportar dinero a su familia, vital en aquellos días. Así fue como George empezó su carrera como profesor.
1835. Boole’s Academy
George no paraba de leer, de estudiar. Ahora ya no eran los trabajos que su padre le daba cuando era niño. Debido a su cada vez más notable reconocimiento en la comunidad matemática, en 1833 había conocido a Sir Edward Bromhead, matemático y miembro de la Royal Society de Londres. Éste le dio acceso a los textos que Boole le pedía. Así, a los 18 años ya había revisado libros y tratados de los grandes matemáticos como Euclides, Descartes, Newton, Lagrange, Laplace, Euler y Leibniz. De Newton obtuvo la base matemática de su pensamiento lógico; de Euler, la formalización matemática de problemas y de Leibniz, sus aportes de lógica simbólica.
Boole seguía con sus clases particulares. Estaba aprendiendo y enseñando a la vez y estaba contento por ello. La docencia le reconfortaba. Era capaz de enseñar a otros las cosas que había aprendido por si mismo. Sin embargo, no se quedaría así por mucho tiempo.
En 1831, cuando tenía 16 años, le salió un trabajo en la escuela metodista de Waddington, a seis kilómetros de su casa. Las escuelas metodistas eran centros pequeños, modestos, con pocos recursos donde unos cuantos niños iban a aprender los contenidos básicos: lectura, escritura, matemáticas y poco más. Sin embargo, eran centros religiosos: también enseñaban a los niños la Biblia y los valores cristianos.
Así fue que buscaban a un profesor de matemáticas y fue recomendado debido a su incipiente popularidad en la zona. Lo llamaron, lo entrevistaron y accedió al puesto. George necesitaba llevar dinero a casa. Habían muchas bocas que alimentar y sus hermanos eran aún pequeños para aportar algo a casa. Sin embargo, no duró mucho. La dirección de la escuela era demasiado tradicional. Él tenía un concepto de la enseñanza basado en la lógica, no en las reglas, ni en los valores cristianos. Además, no era capaz ni de descansar los domingos en sus cuestiones matemáticas, incluso hasta a veces dentro de la misma iglesia. Esto no estaba bien visto ni por la dirección ni por sus compañeros. Los domingos eran para descansar, como el Señor dijo. La iglesia no era lugar para sus devaneos matemáticos.
Así, después de dos años, le despidieron. George seguía necesitando el dinero. Había que buscarse otro sitio donde trabajar.
Al poco tiempo le salió un empleo en una pequeña escuela de Liverpool, cuando tenía 18 años. Estaba lejos de Lincoln, a más de 160 km pero las clases particulares daban poco dinero y tenía que buscar algo mejor. Su familia lo necesitaba. Así, se buscó un lugar donde acomodarse y aceptó el trabajo. Sin embargo, no encontró lo que buscaba.
El ambiente no era el más propicio para una mente inquieta como la suya. No iba a poder desarrollarse bien como docente. En menos de seis meses lo dejó. Pero fue una experiencia que le hizo pensar sobre su futuro.
“No estoy tomando las riendas de mi vida. No tengo el control. ¿No voy a poder encontrar ningún centro en el que de verdad pueda realizar mi labor docente?”
Así que volvió a Lincoln, pero con la intención clara de lo que iba a hacer. En 1835, fundó su propio centro de estudios, la Boole’s Academy.
Era un lugar modesto, pobre incluso, pero a George le encantaba. Ahí podía enseñar todo lo que él había aprendido durante toda su corta pero intensa vida. No tenía que aplicar métodos tradicionales de enseñanza con los que no estaba de acuerdo o trabajar con compañeros que no mostraban ni un ápice de inteligencia matemática. En su propio centro podría desarrollarse como docente a su manera, sin contar ni rendir cuentas a nadie.
En la academia, ayudaba a sus alumnos a comprender la aritmética, el álgebra básica y las estructuras gramaticales de las lenguas clásicas. Después de años dando vueltas, la enseñanza se convirtió en su fuente de ingresos y pudo ayudar a su familia a superar estos años tan difíciles. Además, con el tiempo, fue mejorando sus habilidades pedagógicas mientras transmitía su conocimiento a otros. Sin embargo, llegaría el momento de decirle adiós a este sitio, para siempre, años más tarde.
1844. Su primer artículo
George continuaba trabajando en su pequeña academia. Sin embargo, no había dejado de lado su interés por aprender más acerca de las matemáticas. Desde hacía unos años, asistía a conferencias y reuniones de la Mathematical Society of London. En ellas, discutía con otros matemáticos acerca de diferentes cuestiones y podía compartir sus ideas y aprender de los trabajos de sus contemporáneos. Estas reuniones le ayudaron a establecer las primeras conexiones con figuras influyentes de la época.
En una de esas reuniones conoció a William Hopkins, un reconocido miembro de la sociedad matemática que quedó fascinado por la forma que abordaba problemas complejos con claridad y originalidad. Así, se convirtió en su mentor.
Gracias a este apoyo, Boole comenzó a compartir sus ideas en círculos académicos más amplios. Hopkins no solo le proporcionó orientación sobre cómo estructurar sus escritos, sino que también le presentó a otros matemáticos influyentes de la época. Cuando hablaba con ellos, reconocían enseguida que era una persona muy inteligente y ducha en la resolución de problemas matemáticos. Poco a poco, se fue ganando un nombre en la comunidad.
Así, Hopkins le animó a enviar su primer artículo (On a general method in analysis) al Cambridge Mathematical Journal, que lo publicó en 1844, a la edad de 29 años. Ésta fue su primera contribución formal al campo de la lógica y las matemáticas. Fue bien recibida por toda la comunidad científica. Todos hablaban de la innovación en su forma de resolver los problemas. Ahora sí, era reconocido como un gran matemático por sus contemporáneos. Éste fue un gran paso para desarrollar el resto de trabajos que le convirtieron en el maestro de la lógica del verdadero y falso, la Lógica Booleana. Pero aún queda algo de historia hasta llegar ahí.
1849. Cork
A partir de ese primer artículo, George empezó a escribir una larga lista de tratados, documentos y libros relacionados con la lógica y las matemáticas. Su primer libro (The Mathematical Analysis of Logic), fue publicado en 1847 y lo encumbró al status de gran matemático. Era como un influencer de la época. Todos querían saber de él.
En 1849, el Queen’s College, la universidad de Cork, Irlanda, buscaba profesores para fortalecer su departamento de matemáticas. Su reputación, sus últimas contribuciones y la inestimable ayuda de Hopkins hicieron de Boole el candidato ideal para el puesto.
George recibió la noticia de la boca de su mentor. Estaba entusiasmado. Atrás quedaban los años de la escuela metodista, la pequeña institución de Liverpool y su querida academia, donde había pasado tantas horas de enseñanza, pero que se le había quedado pequeña para un cerebro tan grande. Ahora era la universidad, la excelencia en la educación en aquellos tiempos. Boole postuló para el puesto. Después de entrevistas y diferentes evaluaciones, lo seleccionaron. Y aceptó.
George se despidió de su familia. Sus padres, ya achacados con la edad, pensaron que era la única solución para, de una vez por todas, acabar con los problemas económicos por los que pasaban. Sus hermanos, que trataban de ayudar en casa en lo que podían, se alegraron por él, aunque lo echarían de menos. Era su referente.
Así, llegó a Cork y se instaló en la residencia temporal cerca de la universidad. Allí encontró alumnos deseosos de aprender del maestro, compañeros orgullosos de trabajar con él y catedráticos que admiraban su enfoque innovador de las matemáticas. Pero había algo más en Cork. Algo que le cambiaría la vida por completo. Algo que, su cerebro, lleno de fórmulas, relaciones y lógica, no era capaz de imaginar. Al menos, de momento.
1854. Mary y su obra más influyente
El 13 de marzo Mary tenía una cita. Había sido invitada, como tantas otras veces, a un evento académico en la Cork School of Design, situada en Perry Street, en el centro de la ciudad. Era lo que tenía ser una de las pocas mujeres matemáticas del Siglo XIX y además, sobrina del geógrafo George Everest, famoso por sus trabajos de topografía en la India que, posteriormente, daría nombre, con su apellido, a la montaña más alta del planeta. Así que, después de engalanarse subió al coche de caballos que le esperaba en la puerta de su casa y se dirigió al edificio para reunirse con sus colegas.
Cuando entró, saludó a algunos de sus compañeros y se dirigió a la zona de canapés. Se sirvió un trozo de pastel de zanahoria y una taza de té con leche. Al fondo, un hombre que no conocía estaba hablando con su colega James. Mary se acercó a saludarlo y su amigo le presentó al desconocido. Era George. Mary había escuchado hablar de él y admiraba profundamente su trabajo.
George y Mary estuvieron hablando durante horas sobre matemáticas, filosofía y de la naturaleza del pensamiento. Notaba en él su entusiasmo cuando hablaba. Parecía que se conocían desde hacía décadas y sólo llevaban unos minutos conversando. Ahí empezó un noviazgo que no sólo fue el descubrimiento del amor por parte de los dos, sino que fue el inicio de una relación intelectual que les marcó el resto de su vida.
A los pocos días, volvieron a verse. Esta vez, en casa de George. Mary estaba muy intrigada en el libro que George estaba escribiendo y él quería mostrárselo. Cuando Mary entró en su despacho lo vio lleno de papeles, libros en los estantes, la pizarra llena de anotaciones y Boole, escribiendo sobre un pedazo de papel algo que parecía una fórmula.
George le mostró los capítulos de su próximo libro. A Mary le encantó la forma en la que estaba aplicando las matemáticas y la lógica. Estaba descubriendo un mundo completamente nuevo, no explorado por ningún científico hasta la fecha. Una nueva matemática, basada en tan sólo dos resultados, Verdadero y Falso estaba naciendo.
Unos meses más tarde, George publicó An Investigation of the Laws of Thought su obra más conocida y la que sentó las bases del Álgebra Booleana. Lo que no sabían los dos es que, ochenta años más tarde, Claude Shannon, usaría toda esta matemática para implementarla en los ordenadores que, en la actualidad, todos utilizamos.
Continuará …
Síi es verdad .. gracias por la aclaración!!! Un saludo
Casi bien... Claude Shannon fue un hombre, un gran tipo :)